No es la primera vez que viene un Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados a Colombia. Hace más de una década, nos visitó el brillantísimo Antonio Guterres, ahora Secretario General de la ONU. En ese entonces, éramos reconocidos por enfrentar una gravísima crisis de desplazamiento interno y éramos el país con más desplazados internos del planeta. Eran los tiempos aciagos de la seguridad Democrática.
La situación cambió sustancialmente y, ahora, es Venezuela quien está expulsando millones de personas al mundo entero. Por esto viene principalmente el señor Filippo Grandi, Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
Las personas han huido de Venezuela porque su situación ha sido insoportable y porque han sido perseguidos y han tenido que dejar todo porque su país se volvió una dictadura en donde no se respetan los Derechos Humanos. Debe estar claro que en Colombia quienes han venido derritiendo sus pies al cenit del sol mientras caminan cientos y miles de kilómetros son refugiados y no migrantes que quieren tener más dinero en sus cuentas bancarias. Las personas están huyendo de Venezuela para sobrevivir. Debe quedar claro que Colombia tiene todavía una extensa deuda con los desplazados internos y con los millones de pobres del país.
Insistir en esto es reconocer la necesidad que tiene el país de no estar solo en la respuesta humanitaria. Es ser coherentes con el muy reiterado posicionamiento que afirma que en el vecino país hay una cruenta dictadura y, que quienes huyen lo hacen por serios y fundados temores de persecución. Por esto mismo, en Colombia y otros países del continente, debe activarse un plan especial no solo de solidaridad, sino de corresponsabilidad con los refugiados venezolanos.
Cuando hablamos de corresponsabilidad en un problema como el del flujo de refugiados venezolanos, ello implica que se debe reconocer la crisis como una crisis de refugiados y, en consecuencia, debe producirse un cambio en el entendimiento del problema en Colombia.
Este cambio permitirá aumentar el compromiso de la comunidad internacional en Colombia, fortaleciendo así la capacidad de respuesta de ACNUR en el país; un organismo que, para quienes no lo saben, ha estado en las más complejas emergencias del planeta, con probadas e inmensas capacidades, pudiendo quintuplicar, y hasta más, sus capacidades actuales para atender la emergencia de los refugiados recién llegados, así como para contribuir a la integración económica y social de estas personas en el país.
El Estado Colombiano ha sido tímido y es por esto que debería pedir, muy respetuosamente, al Señor Grandi que oriente a su equipo en Colombia en lo siguiente:
- Apoyar técnica y legalmente a Colombia en la creación de un sistema institucional de refugio y asilo que responda las realidades actuales del planeta. El anquilosado palacio de San Carlos necesita, como lo ha advertido la actual ministra, una actualización.
- Que apoye a Colombia en el reconocimiento masivo de la condición de refugiados, a quienes hasta ahora se les ha llamado como migrantes.
- Que apoye a Colombia en el diseño e implementación de un sistema de registro de refugiados que permita a Colombia articular la respuesta con la comunidad internacional presente en el territorio nacional.
- Que se inicien planes pilotos – en lo urbano y lo rural- para la integración socioeconómica. Esto, precedido por un estudio de cadena de valor, que permita al país, a los mismos refugiados y sus comunidades de acogida orientarse mejor respecto a dónde y cómo poder integrar a los refugiados.
Colombia no puede sola con esta crisis. Se requiere más apoyo en la atención e integración de los refugiados venezolanos en el país.
*Javier Orejarena es abogado, asesor de varias entidades y defensor de Derechos Humanos.
Las opiniones de los columnistas en este espacio son responsabilidad estricta de sus autores y no representan necesariamente la posición editorial de PROYECTO MIGRACIÓN VENEZUELA.
Por: Javier Orejarena