Después de cuatro meses, la situación en el asentamiento informal de venezolanos del parque “El Bosque”, ubicado detrás del terminal de transportes del Salitre, se había salido de control. El 14 de noviembre Bogotá concentró la atención en Colombia al abrir el primer campamento humanitario para venezolanos en el país. A pesar de los problemas de organización, los desmanes y las quejas de los vecinos, el refugio completó su primer mes.
En cuestión de meses, más de 300 personas se habían asentado en las carpas de “El Bosque”. © PILAR MEJÍA | SEMANA
El traslado
14 de noviembre
Antes del amanecer, los funcionarios de la Secretaría de Integración Social llegan al asentamiento ‘El Bosque’, en los alrededores de la Terminal de Transportes del Salitre, para censar a los venezolanos y trasladarlos al campamento humanitario. Les piden que dejen todas las donaciones que habían recibido: cobijas, colchones, ollas, ropa y carpas, entre otros. Los funcionarios del Distrito les aseguran que el nuevo campamento cuenta con todo lo necesario para que vivan allí.
En total, 412 adultos y 64 niños llegan al campamento ubicado en la cancha de fútbol del hogar de paso “El Camino” para exhabitantes de calle. En la entrada del “El Camino” los migrantes deben comprometerse a cumplir con un manual de convivencia de la Alcaldía para poder quedarse. Una vez adentro, muchos están molestos al recorrer el sitio porque no encuentran baños, cobijas, agua potable o un sitio para cocinar.
No solo los venezolanos están inconformes. Varios vecinos del sector salen a la calle con carteles que rechazan su presencia. Protestan contra del refugio porque no cuenta con condiciones dignas para las personas que llegan.
Algunos venezolanos salieron del campamento porque se sintieron engañados por el Distrito, pues no encontraron las condiciones que esperaban. © MIGUEL GALEZZO | PROYECTO MIGRACIÓN VENEZUELA
Primeras salidas
15 de noviembre
Los venezolanos pueden salir todos los días a partir de las 5 de la mañana. Después de la primera noche, salen del campamento en la madrugada y se quejan del frío. También dicen que en la noche les dieron poca comida. En “El Bosque” estaban acostumbrados a comer bastante: hacían fogatas, cocinaban, y a veces recibían donaciones de comida. Algunos cuentan que incluso había días en los que desayunaban más de dos veces.
“Lo que comenta todo el mundo es que las condiciones no son para nada buenas. Anoche pasaron mucho frío, no nos dejan cocinar y, después de todo el día sin comida, dieron nada más que una galleta y un jugo”, reprocha Flor Enríquez mientras saluda a su hijo a través de las rejas del campamento.
Flor no puede entrar al campamento porque al momento del traslado desde “El Bosque” estaba trabajando por fuera. Cuando llegó no encontró a su hijo ni a su hermana. Consiguió la dirección del nuevo hogar de paso, pero no pudo entrar porque solo permiten el ingreso hasta las 8 de la noche. Tiene que esperar hasta que los funcionarios de la Alcaldía encuentren su nombre en el censo para poder reencontrarse con su hijo.
Muchos migrantes se sienten engañados. Dicen que les prometieron que las condiciones en el campamento serían mejores. Desde las ventanas de sus casas, los vecinos se asoman al escucharlos hablar con la prensa y participan de la conversación. Repiten que tenían la razón cuando advirtieron que instalarlos allí era un error.
Migración Colombia se encargó de la expulsión de 16 venezolanos y de su traslado en buses hasta la frontera. © MIGUEL GALEZZO | PROYECTO MIGRACIÓN VENEZUELA
Protestas, peleas y expulsiones
19 de noviembre
En la mañana del lunes el ambiente en el campamento cambia. Algunos venezolanos discuten entre sí y se quejan con los encargados de repartir la comida porque están cansados del refrigerio: un trozo de pan, jugo y una fruta. La situación se sale de control cuando algunos amenazan con cuchillos a los trabajadores en el campamento.
En medio del desorden, rompen las cámaras de seguridad que instaló la Alcaldía alrededor del sitio, saquean la carpa donde de la comida y desbaratan algunas otras. La Policía y el Esmad intervienen. “Nos hicieron cerrar las tiendas, las panaderías, todo. Tuve que irme para la casa porque el ambiente estaba muy pesado, ahí hubo mucha delincuencia”, cuenta Katherine, una tendera que tiene su local junto a la entrada del campamento.
Al final del día, Migración Colombia ordena expulsar a 16 venezolanos del país, y la Policía detiene a otros cuatro por daños en bien público y ataque a servidor público.
Jesimer, una venezolana de 22 años que llegó al país con su esposo y su hija de apenas 2 años, recuerda lo que vivieron durante el día: “Los policías se metieron y nosotros les estábamos dando piedra también. Los niños estaban refugiados en una carpa. Ay, eso era desesperante…”.
Según cuentan a Proyecto Migración Venezuela, los hechos de este día son el resultado, entre otras cosas, de la puja por el liderazgo del campamento. Entre los venezolanos expulsados estaban los que mandaban en “El Bosque”, que ya habían hecho su negocio con las carpas del asentamiento. Fueron ellos quienes alentaron la violencia contra el personal de la Alcaldía.
Oswaldo Rojas se sorpendió al encontrar carpas en el piso y las cámaras de seguridad dañadas. © MIGUEL GALEZZO | PROYECTO MIGRACIÓN VENEZUELA
Baja la marea
20 de noviembre
Al día siguiente instalan nuevas cámaras de seguridad, refuerzan los controles de entrada y salida y empiezan a hacer requisas esporádicas en busca de armas y drogas. Los venezolanos reconocen que esas medidas mejoran el ambiente dentro y fuera del campamento.
Oswaldo Rojas trabaja como profesional de gestión del riesgo para la Secretaría de Integración Social, y llega en la mañana. “Me dolió lo que hicieron con el campamento porque destruyeron la infraestructura que habíamos montado. Nosotros estábamos entregándonos por completo, y ellos destruyendo lo que habíamos hecho; nos dolió un poquito. Pero en últimas es un aprendizaje y seguimos, lo olvidamos y ya”, dice.
Para Agustín Pérez, un venezolano que llegó al campamento con su esposa y sus nietos, lo que pasó podría repetirse: “El zaperoco fue porque estamos pasando hambre. Ahora hay calma y las cosas están bien, pero aquí hay otra gente infiltrada, otros malandros”.
En el campamento viven personas de 19 estados de Venezuela. Para ellos también ha sido difícil aprender a convivir con las diferencias culturales que tienen con sus compatriotas. © MIGUEL GALEZZO | PROYECTO MIGRACIÓN VENEZUELA
21 de noviembre
Convivir
Después de una semana, las autoridades tienen la idea de mejorar la convivencia integrando a todos los implicados en el campamento: vecinos, periodistas, empleados públicos y de organizaciones de cooperación y migrantes. Organizan un partido de fútbol, llevan una ludoteca, invitan grupos de música llanera y vallenata.
Para ayudarlos a que se instalen en la ciudad, el Distrito lleva a quienes tienen hijos a conocer jardines infantiles en donde pueden cuidarlos mientras trabajan, la Cruz Roja ofrece talleres de emprendimiento y el SENA los capacita para armar su hoja de vida y les da a conocer las rutas de empleo disponibles.
Para Daniel Villegas, un venezolano que vive en “El Camino” y trabaja desde hace ocho meses, sí es posible que los migrantes se integren a la sociedad. “Desde que estoy aquí no he tenido inconvenientes con nadie porque yo me porto bien. Tenemos que ser conscientes de que no podemos ser una carga más para el gobierno colombiano porque ya hay muchos colombianos necesitados”, asegura Villegas.
Los que regresan
22 DE NOVIEMBRE
Representantes de la embajada de Venezuela visitan el campamento para dar información acerca del Plan Vuelta a la Patria, una iniciativa del gobierno venezolano para incentivar el retorno de los venezolanos que han salido del país. Anuncian las fechas de los próximos viajes y hacen una lista con los nombres de los interesados.
Después de las fuertes lluvias, los venezolanos tuvieron que secar su ropa y maletas, pues todo se mojó por la inundación de las carpas. © MIGUEL GALEZZO | PROYECTO MIGRACIÓN VENEZUELA
LA INUNDACIÓN
24 DE NOVIEMBRE
Llueve todo el día en la ciudad y se inunda el campamento. Varias de las carpas ceden por el peso del agua sobre el techo. Casi todo está mojado. Los bomberos y el Instituto Distrital de Gestión de Riesgos y Cambio Climático (Idiger) se hacen cargo de la emergencia.
“La inundación fue horrible y no le prestaron atención aquí en el campamento. Y no dieron comida después de eso, puro pan y gaseosa, y las gaseosas hasta vencidas estaban. Gracias a Dios se me mojó solo la ropa y la puse a secar y listo. Esto huele a cloaca después de eso, incluso les tocó mover algunas carpas”, cuenta Flor Enríquez.
Aunque varios medios nacionales registran la noticia, Jaime Quintero, Ingeniero del Idiger, sostiene que no ha habido inundaciones en el campamento. “Es un espacio abierto donde la lluvia cae, permea y tarda en salir. Lo que hacemos es ayudar a que el agua salga más rápido”.
Los venezolanos deben presentar un documento de identidad para verificar sus datos al ingreso y salida del campamento. En el puesto de control, los funcionarios verifican sus nombres, números de identificación y carpa. © MIGUEL GALEZZO | PROYECTO MIGRACIÓN VENEZUELA
EL REGISTRO
30 DE NOVIEMBRE
La Alcaldía empieza registrar información personal de los habitantes del campamento, toman huellas dactilares y fotografías, quieren consolidar una base de datos y llevar un control más estricto de los ingresos y salidas del campamento.
Este sistema también permite censar a los venezolanos que no tenían documentos de identificación. “Simplemente con el nombre o apellido ingresamos al portal del Consejo Nacional Electoral de Venezuela y verificamos si los datos o los documentos que nos estaban entregando para su identificación dentro del campamento corresponden a la información que tienen en Venezuela”, explica Cristina Vélez, secretaria de Integración Social.
Hoy más de 200 personas han salido del campamento.
Según el reporte final del gobierno distrital, 251 personas quedan registradas.“Lo más difícil ha sido el choque cultural del venezolano con el Estado y las normas. Ha sido un tire y jale con la población, de aprendizaje y de enseñanza en la convivencia”, dice Santiago Quiroga, contratista que trabaja en la caracterización de los migrantes venezolanos en Bogotá.
Muchos niños venezolanos han sido vacunados por primera vez en el campamento, porque en su país no podían acceder a los servicios de salud. © MIGUEL GALEZZO | PROYECTO MIGRACIÓN VENEZUELA
LOS NIÑOS
7 DE DICIEMBRE
La Cruz Roja, la Secretaría de Educación y Unicef se encargan de atender a los 71 niños del campamento -casi un tercio de los migrantes del lugar- y ofrecen aulas de clases portátiles. El hijo de Flor Enríquez tiene 10 años y asiste a los talleres de la Secretaría de Educación los lunes, miércoles y viernes en la mañana. Además, van juntos a unos talleres para las familias. “Dan herramientas que sirven para poder entender lo que viven los niños aquí adentro, porque la situación también es muy difícil para ellos. A mí me han servido mucho”, reconoce la madre del niño.
De acuerdo con la Alcaldía, la salud de los menores es una prioridad en el campamento, porque el frío y la humedad causan muchas alergias y resfriados.“Esto es un poco impactante, porque uno tiene hijos y aquí vemos niños a los que les falta todo. Pero por mi trabajo con población vulnerable estoy acostumbrado”, revela José Cubillos, quien hace parte del área de vacunación de la Secretaría de Salud. “Al comienzo los padres eran un poco esquivos con nosotros pero con el paso de los días nos fueron acogiendo y ya se nos acercan y nos preguntan por las vacunas y por cosas que necesitan para sus hijos”, agrega.
La Alcaldía entrega tres apoyos alimentarios diarios. Pero los migrantes aún se quejan porque no les permiten hacer fogatas para cocinar. © MIGUEL GALEZZO | PROYECTO MIGRACIÓN VENEZUELA
SIGUE EL PROBLEMA DE LA COMIDA
Ha pasado un mes desde la creación del campamento y los migrantes todavía se quejan por la comida que les dan y porque tampoco pueden cocinar. Desde la Secretaría de Integración Social explican que no está permitido hacer fogatas porque el humo molesta a los vecinos y puede causar problemas respiratorios. Lo único que les dan son unos refrigerios tres veces al día, que ellos llaman apoyos alimentarios.
John Rincón trabaja en el albergue desde el primer día y es el encargado de la logística para distribuir las comidas. Su labor empieza a las 6 de la mañana y termina a las 7 de la noche. “Esta es la primera vez que trabajo con migrantes. La lección que nos deja este trabajo es que debemos ser solidarios porque uno nunca sabe cómo va a estar el día de mañana. Cuando llego a mi casa, mi hija siempre me pregunta cómo me fue y yo le digo que el día estuvo excelente porque pudimos cumplir y aportar un granito de arena”, dice mientras alista las lentejas con salchicha y arroz que se repartirán al mediodía en el campamento.
El 14 de enero será desmontado el campamento “El Camino”. Los venezolanos que permanezcan en el sitio tendrán que salir, bien sea para quedarse en Bogotá, para continuar su camino hacia otros destinos o para regresar a su país. © MIGUEL GALEZZO | PROYECTO MIGRACIÓN VENEZUELA
UN MES DESPUÉS
Se sabe que el campamento “El Camino” funcionará hasta el 14 de enero. Actualmente quedan 44 niños y 227 adultos. Unas 60 personas se acogieron al Plan Vuelta a la Patria y regresaron a Venezuela. Algunos de los que salieron del campamento se fueron a Medellín y Cali, otros continuaron su viaje hacia Perú y Ecuador.
Para otros como Flor Enríquez, el campamento es una oportunidad para estabilizarse, ahorrar y arrendar un lugar para vivir. En su caso, espera salir del albergue antes de Navidad, cuando lleguen sus otros dos hijos desde Venezuela, su mamá y una tía.
Por: Sara Prada @pradasaraca