Los aprendizajes de los migrantes durante su permanencia en Colombia sugieren que las costumbres y los imaginarios están cambiando, frente a lo que pasaba en las generaciones pasadas en su país. Aquello de que “el hombre trabaja y la mujer cuida a los niños” está cambiando drásticamente.
Durante generaciones enteras a ambos lados de la frontera hizo carrera la costumbre de asignar roles específicos a hombres y mujeres frente a sus responsabilidades en el hogar.
Tradicionalmente, a los hombres les era asignado el rol de responsables del sustento económico y a las mujeres el de la crianza de sus hijos; pero está cambiando, a juzgar por lo que registra la reciente Encuesta Pulso de la Migración del DANE, que dedica un capítulo entero a los imaginarios de las personas venezolanas en Colombia.
El documento señala, por ejemplo, que el 66 por ciento de los migrantes encuestados está en desacuerdo o muy en desacuerdo con la premisa de que El deber de un hombre es ganar dinero, el deber de la mujer es cuidar del hogar y la familia. De hecho, solamente el 6 por ciento comparte esa percepción.
Otra de las conclusiones interesantes de la Encuesta es que se desvirtúa la afirmación de que “Las mujeres son mejores para el trabajo doméstico que los hombres”, escenario que durante muchísimos años estuvo erróneamente normalizado y aceptado socialmente. El 44.1 por ciento de los encuestados por el DANE dijo que estaba en desacuerdo o muy en desacuerdo con esa afirmación.
Un tópico más de la encuesta sugiere que los imaginarios de los migrantes venezolanos frente a las relaciones de poder al interior de una pareja están cambiando consistentemente.
Por ejemplo, el 76.5 por ciento se declaró en desacuerdo o muy en desacuerdo con la premia “El esposo debe tomar las decisiones relacionadas con la vida de la esposa”.
Pero una lectura más allá de la estadística señala que, aunque venían con ideas y conceptos preconcebidos sobre los roles familiares, tanto hombres como mujeres migrantes se encontraron con una realidad que ha cambiado su percepción del mundo, asegura Édgar León, psicólogo clínico y experto en atencióm de familia.
« La migración es un fenómeno antropológico que lleva siglos enteros enseñándonos cosas; cuando un pueblo, el que sea, se asienta adquiere unas costumbre, hábitos y valores; y cuando eso se derrumba, como sucedió en el caso venezolano, tiene, por fuerza, que adaptarse al entorno a donde llega»
Édgar León, psicólogo clínico experto en atención de familias
Según dice, la propia dificultad para sobrevivir en una situación de extremo desafío emocional y psicológico, forzó a los migrantes a revaluar las creencias y los estereotipos con que fueron criados en su sociedad de origen.
“Y eso nos lleva a un cambio total de roles, en el que los conceptos como el papel de los esposos al interior de la familia varían para poder atender la resolución de las necesidades básicas”, asegura el experto.
Por eso, sostiene que las estadísticas no solo indican un cambio profundo producto del continúo y sostenido empoderamiento del rol femenino en la sociedad, sino, además, el hecho de que los hombres han asumido otras labores y otros roles familiares por convicción o por necesidad.
“La distribución de los trabajos para conseguir lo del diario sustento es consecuencia de que muchos migrantes hayan tenido que declinar su preconcepción, aquellas ideas con las que venían de origen”, explica León.
Como quiera que sea, desde la perspectiva de quienes analizan la conducta humana, bien sea forzados por la necesidad o por la plena conciencia de asumir nuevos retos, ese cambio de imaginarios de los migrantes es pieza fundamental a la hora de construir las nuevas fortalezas del tejido social.
Por: Mario Villalobos @maritovillalobo