En entrevista con el Proyecto Migración Venezuela, Germán Umaña, presidente de la Cámara colombo Venezolana, habló sobre cómo ha cambiado el comercio binacional en los últimos años, las dificultades para que los inversionistas venezolanos se radiquen en el país y las oportunidades económicas para Colombia a partir de la migración. Llama a la sensatez en el manejo de la frontera para no dejar el mercado en manos ilegales y resalta la necesidad de que Colombia tenga relaciones consulares y comerciales con el país vecino.
Proyecto Migración Venezuela: ¿Cómo ha evolucionado el comercio entre Colombia y Venezuela en los últimos años?
Germán Umaña: De 2015 a 2019, de los 20.000 millones de dólares que tuvimos en el mejor periodo, llegamos a 2.600 millones de dólares en total. Y el año pasado, legalmente, a solo 250 millones de dólares, lo cual lo convierte en el año más duro por el cierre de frontera. Pero es que aquí hay una cosa importante y muy interesante. Resulta que el comercio entre Colombia y Venezuela no desapareció totalmente, sino que se ilegalizó, se volvió de contrabando, de lavado de activos. Por la frontera de Norte de Santander y Táchira pasaban cerca de 45.000 venezolanos diariamente a comprar en Colombia que no se registraban en aduanas ni en las estadísticas. El cálculo que tenemos es que con tres días de paso de frontera se surtía todo Táchira. Al cerrar los puentes internacionales, es mucho el contrabando que pasa por las decenas de trochas que están en la frontera. El comercio legal bajo a 250 millones, pero el comercio ilegal pasó a 1.800 millones, según los cálculos de la Cámara en el 2020. Resulta que ese comercio de 2.000 millones en productos de valor agregado, no comodities, es el comercio más alto entre dos países en Latinoamérica. Lástima que con estas barbaridades políticas se lo hayamos entregado a la delincuencia.
PMV: El otro gran efecto es que gran parte del comercio y las exportaciones de Colombia hacia Venezuela eran productos industriales que demandan mucha mano de obra.
G.U.: Por supuesto, pero no solo con el agravante de los empleos directos sino de los empleos indirectos. Porque usted sabe que el sector automotor, por ejemplo, no solo fabrica y hace las autopartes, sino todo lo que tiene que ver con las cadenas de comercialización, donde hay más o menos 10 a 12 empleos indirectos. Lo mismo ocurría con los sectores de manufactura, de productos químicos y farmacéuticos. La complementación era absoluta.
PMV: ¿Cuáles son los efectos de que no haya relaciones diplomáticas entre Colombia y Venezuela? ¿Cuáles serían los beneficios de intentar recuperar alguna relación diplomática o comercial?
G.U.: Una cosa son las relaciones consulares, que deberían existir porque son representantes del país para atender a sus connacionales que viven en el otro país. Pero entre cualquier país, así no tengan relaciones diplomáticas, hay la posibilidad de que las fronteras no se vean debilitadas en su producción, en su valor agregado, en su empleo, aumentando la pobreza, aumentando la miseria, todo porque lo separa un puente, una frontera mentirosa. China y Estados Unidos tuvieron muchas dificultades que persisten aún hoy, pero tienen relaciones comerciales.
En este momento la situación de las dos fronteras tiene graves problemas de todo orden, sobre todo de producción, de empleo, de comercio, de salud, de seguridad y humanitarias. Ellos lo necesitan y nosotros los necesitamos, por eso la propuesta que han hecho desde las regiones y desde los gremios de Táchira y Norte de Santander, en el sentido de encontrar una solución, es apenas obvia. Es necesario proteger a los ciudadanos de las fronteras, quitar esos contenedores del puente y empezar a comerciar.
PMV: En cuanto a la inversión, hemos tenido unos fenómenos muy particulares que varían de acuerdo a las diferentes crisis migratorias. ¿Cómo explicar esa inversión venezolana en el país?
G.U.: De Venezuela han llegado dos tipos de inversión. Una inversión muy importante en el sector farmacéutico y sector agroindustrial. Grandes empresas que son de capital venezolano, pero con razón social colombiana, han venido desarrollándose. También, empresas de logística e inclusive empresas de servicio con valor agregado en materia de sistemas. También tenemos empresas que estaban y han manejado el sector financiero. Y una serie de inversiones importantes que son generadoras de empleo e incorporaron progreso técnico. Esas son las ventajas de la internacionalización, porque ellos también son competitivos. Esa inversión estaba en el orden de los 1.000 a 1.200 millones de dólares.
Pero hay toda una inversión que no se contabiliza, que es de los migrantes venezolanos de la segunda generación que invirtieron muchísimo en algunas empresas, pero no figuran como capital venezolano. Unos, porque eran retornados y tenían la doble nacionalidad, pero otros, por las restricciones que ponemos acá para registrarse como inversionistas, pues deben hacer alianzas con colombianos y figurar como capital colombiano. Además, un tercer punto es que muchísimos de los venezolanos que son emprendedores y han creado sus empresitas de pequeño calibre, por las restricciones que existen, no han podido legalizar y tampoco estar contabilizadas. La queja que se tiene, y que también tienen los industriales colombianos, es que las barreras burocráticas, legislativas, los excesos de “santanderismo”, hacen muy difícil cambiar la lógica de los gobiernos en Colombia. Eso lo está trabajando el Gobierno nacional. Ojalá reduzcan esto a sus justa proporciones, porque también está favoreciendo la corrupción.
«Entre cualquier país, así no tengan relaciones
diplomáticas, hay la posibilidad de que las fronteras no
se vean debilitadas en su producción, en su empleo,
aumentando la pobreza y la miseria, todo porque los
separa un puente, una frontera mentirosa»
Germán Umaña, presidente de la Cámara colombo venezolana.
PMV: ¿Cuáles son esas barreras y esas dificultades para que se establezca la inversión venezolana en Colombia y aporte al desarrollo del país?
G.U.: En la migración venezolana hay de todo: la primera generación de grandes empresarios; otra generación de grandes técnicos, incluso mejores que nosotros y que han impulsado sectores como el petrolero; otra, de medianos empresarios. Pero cuando uno coge las condiciones de políticas públicas, no solo en inversión, sino en homologación de títulos, en tener visas para los extranjeros, en acceso a la salud y la educación, se encuentra con muchas barreras. La primera es la falta de regularización, que implica la imposibilidad de integrarse al tejido social, económico y de inversiones. Llevamos tres años de estas dificultades y ha sido imposible diseñar una política pública integral. Muchos de los venezolanos hubieran podido ser parte de una migración virtuosa si se les hubieran homologado los títulos, si les hubieran permitido trabajar, si hubieran ido a las regiones a ejercer en los servicios de salud, pero el proteccionismo y la xenofobia no han permitido eso. Solo poner el énfasis en el asistencialismo y en los debates hace mucho daño y tenemos que adecuar. El Congreso está tratando de hacer una ley, pero en Latinoamérica todo nos llega tarde y en Colombia más aún.
PMV: ¿Usted considera que las diferencias culturales son también una barrera?
G.U.: ¿Usted en qué diferencia a un caraqueño de un barranquillero? En nada, oyen el mismo vallenato, la misma salsa, hablan el mismo lenguaje. ¿Usted en qué diferencia a un llanero venezolano y a uno colombiano, o a un gocho del interior venezolano y a un gocho bogotano? En nada. La única diferencia es que el Táchira y
Bogotá están lejos, pero Cúcuta también está lejos y nos aceptamos. En otras zonas del país esas diferencias culturales no existen, entonces no creo que ese sea un gran determinante.
PMV: ¿Cuáles son las oportunidades que va a tener Colombia una vez llegue ese momento de la recuperación venezolana?
G.U.: Venezuela no puede ser mirado como un mercado, como lo mirábamos antes, ni ellos mirarnos como a quien le compran. Este es un momento en el que Venezuela tiene grandes dificultades de escasez y Colombia tendrá que ser el socio para contribuir a la recuperación de Venezuela. En una primera etapa, Colombia tendrá que contribuir con la oferta agropecuaria, alimentos y demás. Pero ojo, hace 20 años Venezuela tenía 20.000 tractores por 5.000 que tenía Colombia, entonces es posible que rápidamente recupere su oferta agropecuaria y ahí tendremos que hacer complementación. Por ejemplo, hay grandes oportunidades para reconstruir el sector de transporte y refrigerados. Y, por supuesto, un tema fundamental, que es el de los medicamentos, para remediar la tragedia que se vive allá en esa materia.
En el largo plazo, la estrategia debe ser alianzas estratégicas con recomposiciones accionales para contribuir a la recuperación de trabajo. El papel de Colombia va a ser fundamental para la recuperación de sectores como el eléctrico, porque nosotros tenemos los transformadores, la red de transporte de electricidad y la mano de obra. En conclusión, no es ver a Venezuela como un mercado, es verla como un proyecto de integración y desarrollo conjunto y sostenible, que implique la recuperación de nuestros dos países.
Por: Juan David Naranjo Navarro @JDNaranjoN