La Fundación Gente Como Uno y el Servicio Jesuita a Refugiados son dos organizaciones sociales que apoyan a esta población vulnerable a darle sepultura digna a sus familiares.
Perder a un ser amado es un proceso emocionalmente devastador para cualquier persona, y para muchas familias colombianas resulta un reto económico debido a los elevados costos de los servicios funerarios y del sepelio. Esta situación se complica aún más para la población refugiada y migrante venezolana que llega sin dinero al país, y que no ha logrado conseguir un trabajo estable.
En Colombia, los servicios funerarios pueden costar desde tres hasta diez millones de pesos, según datos de Asobancaria. Este costo comprende la preparación del cuerpo del fallecido, el ataúd, un carro fúnebre, arreglos florales y el desplazamiento de los familiares al lugar de entierro o cremación.
Para un migrante sin recursos económicos que busca nuevas oportunidades en el país, el panorama es más dramático cuando fallece un familiar, ya que están enfocados en tratar de conseguir un empleo, una vivienda, educación para sus hijos, o incluso, rebuscarse para tener todas las tres comidas diarias.
Quien ha entendido desde hace varios años esta problemática de los refugiados provenientes de Venezuela ha sido la colombiana Sonia Marina Bermúdez Robles, tanatóloga forense, quien ha sepultado en su cementerio en Rioacha a 600 migrantes venezolanos. Ella ofrece por medio de su Fundación Gente Como Uno un servicio funerario a aquellas familias que tienen muy bajos recursos y que no pueden costear el sepelio de sus seres queridos.
Esta mujer se encarga de brindar apoyo psicológico, espiritual y económico a las familias venezolanas y colombianas más necesitadas cuando se les muere un familiar. Con sus propios recursos les dona un ataúd, arregla el cuerpo, construye las bóvedas y ofrece un transporte a los familiares. “Utilizamos una camioneta donde llevamos el cuerpo del fallecido y a los familiares. No es un medio de trasporte adecuado, pero es lo que tenemos al alcance”, dice Sonia al Proyecto Migración Venezuela, quien a pesar de que recibe un apoyo económico del Distrito de Riohacha, comenta que no alcanza a solventar los gastos que requiere mantener un cementerio.
A la tanatóloga forense le llegan casos de familias muy vulnerables todas las semanas. Atiende de dos a tres sepelios al día. A su fundación también se acercan personas que vienen directamente de Maicao. “Nosotros atendemos a cualquiera que lo necesite”, resalta.
“Es el don que Dios me ha dado, pues a la muerte nadie le presta atención, la gente ha perdido la sensibilidad con las demás personas que no sean seres queridos”, afirma Sonia Bermúdez, quien desde el año 1997 empezó a darle sepultura a los cadáveres no identificados, a raíz del abandono total de los entes territoriales en Riohacha.
Relata que al principio no tenía el apoyo de nadie, sin embargo, hacía todo el esfuerzo por darles una digna despedida a la gente. En sus inicios, Bermúdez se apropió de un terreno, pero al no tener un permiso completo tuvo que abandonarlo y buscar un nuevo lugar para continuar su labor humanitaria. Luego pudo conseguir un espacio del Distrito, pero al poco tiempo de tomarlo, le aparecieron unos supuestos dueños que se lo estaban reclamando. Sonia continuó peleando 17 años por esas tierras y finalmente en el 2009 le adjudicaron el registro y ahora cuenta con todos los documentos a nombre de su Fundación Gente Como Uno, nombrada así porque, según ella, “la muerte no tiene nacionalidad, la muerte no tiene color, para todos es igual”.
Esta líder colombiana no cuenta con recursos para pagar una nómina de obreros para las labores y el mantenimiento del cementerio. Sin embargo, cuatro jóvenes venezolanos la apoyan en los quehaceres, y la acompañan cuando ella tiene que ir al cementerio a conseguir una bóveda. “Les doy su desayuno, el almuerzo y si puedo les pago entre 30mil a 50 mil pesos por el día”, dice Sonia.
Su trabajo humanitario ha sido tan importante, que incluso tuvo un reconocimiento el año pasado por parte de la Organización de las Naciones Unidas en los 75 años del organismo. Allí fue escogida como una de las 75 historias alrededor del mundo que más representan los valores y el trabajo de la organización. Además, la Agencia de la ONU para los refugiados (Acnur) ha sido un aliado para ella, pero a pesar de ese fuerte apoyo, Bermúdez sigue requiriendo aportes para comprar más ataúdes y seguir sepultando a gente con familias de muy bajos recursos.
Otra entidad encargada de brindar estos servicios es el Servicio Jesuita a Refugiados,(JRS), organización que ayuda a refugiados y personas que han sido desplazadas de manera forzosa. Hace dos años, en su trabajo de análisis de contexto de la población migrante, este organismo encontró que una de las principales necesidades que tenían las personas era no tener recursos necesarios para hacerle sepultura digna a un ser querido.
“A la población migrante más vulnerable les tocaba quedarse en su casa con los cuerpos de sus seres cercanos dos, tres días. También, en medicina legal estaban reposando varios días personas de nacionalidad venezolana. Todo porque la gente no tenía cómo financiar el pago de estos entierros”, explica Germán Ortega, coordinador de la oficina regional Norte de Santander del JRS.
En el JRS desde hace un año han apoyado en esta línea humanitaria a través de funerarias, se encargan de financiar el proceso de entierro, y traslado de los cuerpos. Según Ortega, si el migrante fallece en Colombia, y su familia quiere retornarlo a Venezuela ayudan a gestionar este traslado hasta el puente internacional, donde luego las familias pueden coordinar con funerarias venezolanas para llevar finalmente el cuerpo a Venezuela.
Este servicio lo están dando en todas las zonas donde la organización tiene programas para la población refugiada y desplazada en Colombia, en la regional de Soacha, Valle del Cauca, Nariño, Magdalena Medio, oficinas adjuntas en Bucaramanga, Ibagué, Cali, Tibú, y Norte de Santander. “Esto es una apuesta nacional porque es una de las necesidades que más hemos identificado y queremos dar un apoyo en esa línea”, recalcó Ortega, quien además dijo que solo en Norte de Santander ya se han atendido 40 apoyos funerarios en lo que va del 2021.
Uno de los casos más recientes que atendieron fue el del joven de 14 años asesinado con tiros de gracia en una vía rural de Tibú. “Acompañamos a la familia del menor de edad con los gastos funerarios, apoyo psicosocial y en articulación con la Defensoría del Pueblo y Acnur, se hizo el traslado a Venezuela”, dijo el coordinador del Servicio Jesuita a Refugiados, en Norte de Santander.
Por: Laura Sierra Musse @lausierramusse