Colprensa y Te lo Cuento News, con el apoyo de USAID, administrarán este espacio que busca comprender mejor la migración y la integración, y combatir con información e historias de vida la discriminación, los prejuicios y la xenofobia.
Search
Close this search box.

La desnutrición acecha a la niñez migrante venezolana en Colombia

La población infantil que huye del hambre de Venezuela se está radicando en una nación donde apenas pueden hacer dos comidas al día.  ¿Qué secuelas deja esta enfermedad en los niños y niñas? 
 

Un tropel de niños caminantes, acompañados de sus familias, algunos solos, cruza a diario la frontera entre el estado Táchira y Norte de Santander. Se les ve llegar delgados, con el cabello quebradizo y desanimados. Van a pie, escapan del hambre que los expulsó de Venezuela.

Así describe Ronald Vergara, fundador y director del punto de apoyo Hermanos Caminantes, ubicado en el kilómetro 93 de la vía que conduce de Cúcuta a Pamplona, el escenario que presencia todos los días en este espacio de atención, donde les ofrecen a los migrantes venezolanos una comida caliente, ropa de frío y calzado para atravesar la ruta del páramo, entre los santanderes.

En el rango de los 10 años de edad, nueve de cada 10 de estos pequeños nunca había probado el pollo, el 100 por ciento no conocía las manzanas o las peras y el 90 por ciento nunca había tomado avena con leche. La mayoría coincide en la anécdota de que solo comía arepas con mantequilla, sin proteínas ni lácteos, apunta el activista Vergara.

“La comida que reciben estos migrantes en los puntos de atención de los caminantes en tres días equivale a la comida de un mes en Venezuela. La desnutrición es evidente, a los niños se les marcan los huesitos y van muy débiles. Se les ve mucho cansancio y tristeza”, lamenta el voluntario. 

En otra región de la frontera colombo-venezolana, una escena escalofriante de niños provenientes de Venezuela comiendo de la basura en el municipio Puerto Carreño (Vichada), y que fueron sacadas a la luz por un programa de televisión en enero pasado, reveló una realidad que sigue amenazando a esta población infantil migrante y refugiada.

La desnutrición se convirtió en el mal que los acecha — tanto en Venezuela, donde una de cada tres personas pasa hambre y tiene dificultades para poner sobre la mesa suficiente comida que cumpla con el mínimo de nutrientes, según un estudio del Programa Mundial de Alimentos de la ONU — al igual que en Colombia, un país en el que el 65 por ciento de los hogares venezolanos solo hace dos comidas al día, de acuerdo con un sondeo de las organizaciones humanitarias Cruz Roja y Save the Children.

La desnutrición acecha a la niñez migrante venezolana en Colombia
La desnutrición afecta la talla y el crecimiento de los niños en sus primeros años de vida. Deja secuelas congnitivas que perjudican el rendimiento escolar. FOTO: Mario Franco.

A cierre del año 2020, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf) atendió a 101.917 menores de edad venezolanos, entre ellos 2.921 niños y niñas en riesgo de desnutrición y mujeres gestantes con bajo peso a través de la estrategia nutricional ‘Mil días para cambiar el mundo’,  según precisó a este medio Zulma Fonseca, directora de nutrición de esta instititución.

Esta entidad continúa haciendo seguimiento a los reportes, para contribuir en la reducción de las muertes asociadas a desnutrición, ya que de acuerdo con Fonseca, en el año 2019, el 19 por ciento de los casos correspondió a niños y niñas venezolanos; y el 91 por ciento de los afectados tenían menos de dos años.
 

La desnutrición es un mal silencioso que no distingue acentos, razas ni nacionalidad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Unicef clasifican esta enfermedad en varios rangos: aguda y moderada, cuando hay afectación del peso; y severa o desnutrición crónica, cuando además de un peso alterado también repercute en la talla.

Las alarmas se encendieron desde el año 2018, cuando el Sistema Nacional de Vigilancia de Salud (Sivigila) del Ministerio de Salud notificó 343 muertes de niños por desnutrición en Colombia, y de estos 46 eran de nacionalidad venezolana. En el 2019 fueron notificadas 325 muertes de infantes, de los cuales 46 también eran venezolanos. Por cada 10.000 niños diagnosticados con desnutrición aguda o moderada, 634 son  migrantes venezolanos. 

En Colombia se registraron 8.703 nacimientos de madres venezolanas durante 2021, y de ellos, 984 bebés presentaron bajo peso al nacer, según las estadísticas vitales manejadas por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane). 

Debido a que se vio un incremento de la mortalidad de menores asociada a la desnutrición en la población migrante venezolana, la directora de nutrición del Icbf refiere que este organismo activó campañas de prevención de la desnutrición de los bebés con bajo peso al nacer, en articulación con el despacho de la Primera Dama y la Consejería de Infancia y Adolescencia.

“Lamentablemente muchos de esos niños y niñas llegaron al país con una situación crítica de desnutrición, por eso venimos reforzando los programas y acciones para disminuir las muertes de los menores de cinco años”, acota Fonseca, quien precisa que como plan de trabajo se priorizaron 11 departamentos donde hay más altas tasas de mortalidad: Arauca, Cesar, Chocó, Guainía, La Guajira, Magdalena, Meta, Nariño, Norte de Santander, Risaralda y Vichada, de los cuales  seis de ellos están ubicados en zonas de frontera con Venezuela. 

La desnutrición acecha a la niñez migrante venezolana en Colombia
Cuando un niño o niña tiene desnutrición se ve afectado su organismo y su capacidad para realizar funciones naturales como el crecimiento, la resistencia a infecciones, la recuperación tras enfermedades, el aprendizaje, la actividad física, entre otras. Foto: Esteban Vega- Semana

En su mayoría, los ciudadanos provenientes de Venezuela manifiestan que en su país enfrentan desabastecimiento constante, bajo poder adquisitivo, imposibilidad de elegir los alimentos que desean adquirir, redes ilegales de comercialización y distribución de alimentos, precios elevados, y disminución del número, tanto de comidas diarias como de preparaciones, constató la nutricionista Alba Rocío Pico Jaramillo, en la investigación Seguridad alimentaria y nutricional de familias migrantes venezolanas con asistencia alimentaria en Bogotá. 

Las familias venezolanas entrevistadas para este estudio reconocieron que aunque tuvieron más posibilidades de adquirir alimentos tras radicarse en la capital colombiana basaron su alimentación en fuentes de carbohidratos y no incluyen con frecuencia alimentos como frutas, verduras, lácteos, carne y pollo, argumentando bajos ingresos económicos. 

Tal como se ha evidenciado en estudios de las Naciones Unidas, la llegada de la pandemia por la covid-19 agudizó los niveles de vulnerabilidad de la población migrante venezolana en los países de acogida, y Colombia no fue la excepción. Según reveló la Encuesta de Calidad de Vida e Integración de los Migrantes Venezolanos en Colombia, realizada por el Proyecto Migración Venezuela, de Semana, el 25,8 por ciento de los hogares venezolanos con vocación de permanencia tuvo al menos un miembro que no consumió ninguna de las tres comidas por falta de dinero uno o más días de la semana previa a la encuesta, realizada entre el 5 y el 17 de diciembre de 2020 a 1.604 hogares. 

El Observatorio de Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), define la Seguridad Alimentaria y Nutricional como “el derecho que tienen todas las personas a que el Estado les garantice en forma oportuna, digna y permanente la disponibilidad y el acceso a los alimentos y al agua potable en cantidad suficiente y en calidad adecuada, o las condiciones para lograrlos, asegurando su consumo y utilización biológica, para alcanzar un óptimo estado de nutrición, salud y bienestar que contribuya en su desarrollo humano y les permita ser felices”.

Sin embargo, este concepto no se ajusta a la realidad que vive el niño venezolano Gilber José* en el barrio La Reforma Baja, de Usme, en el sur de Bogotá. El pequeño toma por teteros una preparación licuada de arroz o pasta hervida con agua, azúcar o panela; sin leche porque sus padres no pueden comprarla. Tiene casi tres años, pero su apariencia es la de un bebé de año y medio.

Su papá, Arnaldo Pirela no lo admite, pero sabe que su niño está desnutrido. ¿Qué consecuencias puede dejar esta enfermedad en niños tan pequeños? La médico María del Pilar Rodríguez, quien se desempeñó como oficial de salud y nutrición de Unicef hasta el año 2017, explica que esta patología se convierte en un factor que puede ser negativo para una familia y para un país entero. 

“La desnutrición infantil se produce porque hay una restricción alimentaria y nutricional, en las épocas de desarrollo cerebral y crecimiento, y tiene un impacto negativo no solo en la talla y el peso sino en la capacidad cognitiva del niño”, advierte la especialista que además formó parte del equipo de expertos de la Universidad Nacional de Colombia para asesorar al Ministerio de Salud en el desarrollo de la norma nacional para la atención de la desnutrición aguda, la cual entró en vigencia en el año 2016.

La doctora Rodríguez alerta que una niña o niño que sufre desnutrición aguda grave tiene hasta nueve veces más de posibilidades de morir que aquel cuyo estado nutricional es normal. “Este tipo de desnutrición ocurre en un periodo de tiempo corto y es generalmente crítica, como en casos de niños desplazados o migrantes, en condiciones de restricción alimentaria muy grave”, acota Rodríguez a la vez que advierte que un niño que no tiene la alimentación adecuada en los primeros años de vida,  y que no recibió lactancia materna, tiene más posibilidades de desnutrirse. 

Las secuelas que deja a su paso la desnutrición son irreversibles, según asegura la experta. “Su crecimiento en talla empieza a disminuir en comparación con los otros niños alimentados adecuadamente. La desnutrición aguda inicia cuando la mamá busca opciones de coladas que son poco ricas en nutrientes”.

Si esta enfermedad aparece en los primeros dos años de vida es muy grave porque el niño pierde la capacidad cognitiva y desarrollo de sus potencialidades —agrega Rodríguez —. “El cerebro al igual que el cuerpo necesita de nutrientes,  por lo tanto tiende a disminuir su corteza gris, y el infante empieza a tener retrasos en la motricidad fina. Ese niño no tiene las mismas condiciones que uno bien nutrido, y sin duda le cobra una cuota en el desempeño escolar”. 

Indistintamente de su nacionalidad, la buena alimentación no debe  ser un lujo para los niños y niñas, debido a que es un derecho humano fundamental irrenunciable en cualquier parte del mundo. Y en Colombia la población infantil refugiada venezolana tiene los mismos derechos, por lo tanto urgen medidas más robustas de política pública, tanto para los migrantes en tránsito que hoy caminan la ruta del páramo, como para los más vulnerables, como el niño Gilber José*, radicados en el país. 

Signos de alarma:

  • El niño o la niña está desganado y ha perdido interés en el juego y en otras actividades cotidianas.
  • Permanece quieto mucho tiempo.
  • No tiene ganas de comer, se niega a recibir alimentos.
  • Le da diarrea o gripa con facilidad.
  • Llora excesivamente, y con frecuencia está irritable.
  • Se ve triste.

¿Cómo recibir ayuda del ICBF?

Líneas de Atención

  • Línea 141. Línea gratuita nacional para denuncia, emergencia y orientación en casos de niños con desnutrición.
  • Línea gratuita nacional ICBF. 018000 91 80 80. Disponible lunes a viernes 8:00 am a 5:00 pm.
  • PBX: +57 601 4377630. Disponible de lunes a viernes de 8:00 a.m. a 5:00 p.m.
La desnutrición acecha a la niñez migrante venezolana en Colombia
La desnutrición acecha a la niñez migrante venezolana en Colombia La población infantil que huye del hambre de Venezuela se está radicando en una nación donde apenas pueden hacer dos comidas al día. ¿Qué secuelas deja esta enfermedad en los niños y niñas?

Por: Milagros Palomares @milapalomares