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Inversión venezolana: una oportunidad para Colombia

Más de mil millones de dólares han ingresado al país producto de la inversión venezolana en los últimos 20 años. | Por: SEMANA.

El Observatorio del Proyecto Migración Venezuela elaboró un boletín en el que analiza el comportamiento de la balanza comercial entre Colombia y Venezuela en los últimos 20 años, así como la inversión venezolana que ha llegado al país a raíz de la inestabilidad política, económica y social que vive la que hasta hace unas décadas era la nación más rica de la región suramericana.


El primer y más evidente resultado del informe es la reducción sustancial en del comercio entre ambos países. Colombia siempre tuvo una balanza comercial positiva con su vecino, es decir, exportaba más de lo que importaba; sin embargo, a medida que se deterioraba la situación en Venezuela, se rompían relaciones diplomáticas y se profundizaba la crisis migratoria, las exportaciones fueron cayendo de manera sustancial.


De acuerdo con las estadísticas del Dane, mientras que en el 2008 Colombia exportó 6.071 millones de dólares a Venezuela, para el 2015 esa cifra cayó a 1.060 millones de dólares. Y desde entonces, con el inicio de la migración masiva, que ya cuenta más de 5,2 millones de venezolanos en el mundo, la caída ha sido aún más dramática, al punto de alcanzar en el 2019 tan solo 196 millones de dólares en exportaciones.


A todas luces, es una noticia negativa para la economía colombiana, para los empresarios que vivían de la venta de sus productos en Venezuela y para los miles de trabajadores que vieron reducidas sus posibilidades de empleo. Los efectos, además, se sentían profundamente en el mercado laboral, pues para el 2008 el 78 por ciento de las exportaciones realizadas por Colombia a Venezuela consistía en productos industriales, un sector que demanda de manera intensiva mano de obra.

Según cálculos de la Cámara Colombo Venezolana, algunas de las industrias que más se vieron afectadas fueron el calzado, las confecciones, los cosméticos, el papel y la química básica.


Pero a la par con esta reducción de exportaciones, Colombia ha visto una nueva oportunidad en la migración. Pese a que los cerca de 1,8 millones de venezolanos que han llegado al país representan un reto de integración y una presión presupuestal para las arcas públicas, que intentan garantizarles sus derechos básicos, también han traído consigo capital para crear empresa o invertir en negocios existentes.


La fuga de ese capital venezolano empezó desde finales del siglo pasado, cuando en 1999 se posesionó por primera vez Hugo Chávez Frías. Las nuevas condiciones impuestas al capital y la incertidumbre legal sobre la propiedad privada provocaron la salida de varios empresarios, y Colombia se convirtió en uno de sus principales destinos.


Desde el 2001 hasta el 2019, la inversión venezolana en Colombia sumó 1.078 millones de dólares, lo que representa un promedio anual de 56 millones de dólares. En esos primeros años y hasta el 2008, las inversiones se concentraron en los sectores financiero (51 %) y de hidrocarburos (37 %), pues la estatización de las petroleras venezolanas hizo que muchos empresarios de estos sectores salieran del país.

En cambio, a partir del 2009 y hasta el 2018, las inversiones estuvieron focalizadas principalmente en servicios de tecnologías de la información y las comunicaciones (63 %), agroindustria (13 %) e infraestructura de turismo (9 %).


Una de estas empresas venezolanas que se radicó en Colombia es Monómeros, una productora de fertilizantes, concentrados y elementos para el sector agropecuario que llegó al país en el 2006 y que ha sabido superar las múltiples crisis que se han desatado entre ambos Estados.

“Monómeros llegó a tener el dominio del 60 por ciento del mercado de fertilizantes en Colombia y se convirtió en una empresa medular para el agro colombiano”, cuenta Carmen Elisa Hernández, presidenta de la Junta Directiva de la compañía.


En estos años, que no han pasado sin dificultades, Monómeros ha empezado a exportar sus productos a Centroamérica. Según Hernández, actualmente emplean a cerca de 1.500 personas, entre funcionarios y contratistas que están radicados principalmente en las plantas de Barranquilla y Buenaventura.


“Con su evolución y desarrollo, Colombia se ha convertido en un espacio atractivo para la inversión extranjera, especialmente en el sector agropecuario, por el potencial que tiene el país. Sin embargo, aún existen dificultades que deben revisarse, como un marco legal muy estricto y cerrado”, explica la ejecutiva, quien considera que, en un futuro, las empresas colombianas podrán apoyar la recuperación de Venezuela y potenciar la economía de ambos países.


«Colombia será un proveedor importante de alimentos y Venezuela, con su potencial petroquímico, puede beneficiar a la industria colombiana»

Carmen Elisa Hernández, presidenta de la empresa venezolana Monómeros


Esa misma dificultad con la regulación la resalta el empresario colombo-venezolano Benjamín Gómez, quien llegó al país en el 2012 a crear una sucursal de su compañía de servicios Redyplan CDI. En ese momento, contaba con tres empleados y hoy, ocho años después, con diez, más otra decena de empleos indirectos que generan los servicios que prestan a compañías de seguros.


“Llegamos siendo una empresa mediana e hicimos unas inversiones importantes para establecernos en Colombia. Es cierto que las reglas de juego son claras y hay formalismos en lo que es el deber ser, pero a veces eran difíciles los trámites, porque hay asuntos burocráticos y normativos que son complicados”, asegura Gómez.


Sin embargo, superada esta dificultad legal, Gómez considera que para lograr que las inversiones venezolanas sigan llegando al país y generando empleo —según la plataforma de FDI Markets, entre el 2005 y el 2018 se han generado más de 4.547 empleos producto de la inversión venezolana— es necesario que se creen estrategias que permitan superar las diferencias culturales que en ocasiones pueden truncar los negocios.

“Como somos países cercanos y compartimos el mismo idioma, creemos que somos iguales. Pero hay algunos asuntos culturales, idiosincráticos y de lenguaje que nos diferencian, y por eso es necesario que las cámaras de comercio o las entidades encargadas de atraer inversión capaciten a los inversores venezolanos para que puedan insertarse más fácilmente”, recomienda.


Estas acciones pueden ser particularmente estratégicas en este momento, pues desde el 2015, cuando se cerró la frontera, la inversión venezolana en el país ha vivido una caída monumental. Mientras en el 2014 la inversión fue de 115 millones de dólares, en el 2015 bajó a 85 millones y el año pasado alcanzó la cifra más baja de este siglo, con solo 13 millones.


Por eso, diseñar campañas que permitan seguir atrayendo el capital venezolano resulta fundamental. Si se tiene en cuenta que Bogotá ha sido la ciudad receptora de la mayor inversión ( 83 %), seguida por los departamentos de Antioquia (9 %) y Atlántico (4 %), queda claro que aún hay muchas oportunidades regionales para crecer y generar empleo. Y como dice Teodoro Zubillaga, gerente de Farmatodo, la compañía venezolana que se posicionó como una de las cadenas de droguerías más importantes del país, “hoy el principal producto de exportación de Venezuela es el talento y Colombia debe aprovecharlo al máximo”.

Por: Proyecto Migración Venezuela @MigraVenezuela