n el pasado fui trabajador humanitario por más de 12 años, temporada en la que me formé como trabajador para tal oficio. En razón a mi experiencia, quiero compartir algunas reflexiones sobre el artículo escrito en días pasados por la investigadora Ligia Bolívar. Fue un artículo breve pero profundo titulado “Acnur y los venecos”. Ninguna de mis líneas intenta dar una respuesta ante los cuestionamientos que se hacen a Acnur como agencia de Naciones Unidas, la cual tiene diferentes medios y capacidad técnica de sobra para expresar sus opiniones y responder a los cuestionamientos que le hace la sociedad civil.
El artículo de Ligia Bolívar ha suscitado en los lectores muchas inquietudes y reflexiones y por esto mismo me gustaría compartir otros aspectos que se observan desde las perspectivas y retos del trabajo humanitario, bajo la luz del Derecho Internacional.
Con el drama de las personas pertenecientes al flujo migratorio proveniente de Venezuela muchas personas en Colombia afirman que son los venezolanos quienes han convertido las, “desde antes”, segurísimas calles colombianas en nidos de “venecos ladrones”. Otro falso señalamiento al flujo migratorio proveniente de Venezuela es que ahora el país se llenó de prostitutas venezolanas, quienes a toda costa quieren acabar con las inmaculadas familias colombianas.
Aclaremos que este grupo de mujeres es un grupo de víctimas principalmente. No es un ejercicio placentero la experiencia de ‘esclavitud sexual’ entre otros delitos del que han sido víctimas las mujeres venezolanas de las que hace unos meses tuve conocimiento estaban ‘trabajando’ en las carramplas (casas de lenocinio) del corregimiento Puerto Jordán / Pueblo nuevo, ubicado entre los municipios de Arauquita y Tame en Arauca, en donde las mujeres migrantes son obligadas a tener sexo sin consentimiento y sin alguna retribución y con la permanente amenaza del ELN de asesinarlas.
Ha sido este mismo grupo quien las reclutó en Venezuela a través de una red de trata con la falsa promesa de un trabajo digno en Colombia y cuando llegaron descubrieron que eran esclavas sexuales y que ahora no pueden abandonar la pesadilla que viven porque el ELN, que ahora es una organización internacional, tiene amenazadas a sus familias en Venezuela. Estamos ante casos permanentes e ininterrumpidos de trata de personas, de esclavitud sexual, de violencia sexual, entre otros delitos.
¿De verdad alguien insiste en que estas mujeres no son víctimas y son maleantes que están invadiendo el país? Cada mujer migrante venezolana en la calle ejerciendo la prostitución es un cuestionamiento al impacto de todos y cada uno de los organismos humanitarios y un recorderis, al tiempo, de los retos que tienen para su trabajo en Colombia. Recuerden que esto es prostitución por hambre y no un ingreso extra a sus excesivos subsidios por parte de mujeres ambiciosas.
Hay un llamado para que se retome la pasión que el Acnur mostraba en Colombia para la defensa de los desplazados internos por la violencia en la sala de la Honorable Corte Constitucional, en donde era el Acnur un representante de los desplazados contra el mayor y mas importante tribunal nacional y ademas contra todo un gobierno opinando exactamente lo contrario.
¿Resultado? Pese a las deficiencias, ahora Colombia, con esta incidencia y a la vez asistencia técnica del Acnur, logró posiblemente el más protectivo marco jurídico y de políticas públicas que existe en este planeta. Con retos pendientes sin duda. Si quieren llevarme la contraria recibo a mi correo informes de los países / Estados que lo han hecho en realidad mejor que Colombia. Invito café a quien lo compruebe.
Por esto mismo la exigencia es tan alta y por esto mismo la sociedad civil colombiana no espera menos de esta organización que ya ronda por las siete décadas de existencia y experiencia en este planeta y que todavía recuerda al legendario Antonio Guterres exhausto dándose peleas en todos los tribunales del mundo, incluida la Asamblea General, por la defensa del flujo migratorio proveniente de Siria. Hay que recordar con nostalgia pero con deseo de traer al presente el coraje, el corazón y las razones de Sergio Vieira de Mello en cada una de las acciones de los organismos humanitarios. Otro día les hablaré de Sergio Vieira de Mello.
En la próxima edición les contaré que sucedería si todos los migrantes venezolanos fueran reconocidos como refugiados. ¡¡¡Buenísimo!!!
Ligia, te sigo debiendo algunas ideas…
En memoria de Sergio Viera de Mello.
*Javier Orejarena es abogado, asesor de varias entidades y defensor de Derechos Humanos.
Las opiniones de los columnistas en este espacio son responsabilidad estricta de sus autores y no representan necesariamente la posición editorial de PROYECTO MIGRACIÓN VENEZUELA.
Por: Javier Orejarena