Escuchar a ciudadanos colombianos quejarse por la llegada imparable de migrantes venezolanos afirmando que muchos de los problemas sociales que vivimos en este territorio hoy en día es consecuencia de este grupo de personas, resulta inaudito.
¿Acaso hace 30 años aproximadamente, cuando muchos colombianos migraron a Venezuela para conseguir un mejor futuro, afectaron negativamente su realidad o sembraron los problemas que vive Venezuela? Hoy más que nunca, con una coyuntura de por medio generada por la Covid-19, es necesario pensar en la migración como un fenómeno con un perfil de mediano a largo plazo, que exige acciones coordinadas a nivel intersectorial para su manejo y una visión de construcción de tejido social.
En este sentido, existen dos implicaciones de la migración venezolana que es clave poner sobre la mesa y visibilizar. Por un lado los efectos económicos. A primera vista pueden parecer evidentes algunos efectos de corto plazo, y probablemente varios de estos negativos, sin embargo, es indispensable el análisis de efectos de mediano y largo plazo que pueden llegar a generarse, a partir de la migración.
Hace algún tiempo, Fedesarrollo en sus simulaciones del impacto de la migración, resaltaba que el PIB de Colombia podría crecer entre 0,1 y 0,5 puntos porcentuales adicionales frente a los escenarios de llegada de entre 500 mil a 2 millones de migrantes. Sin embargo, estos potenciales impactos sobre el consumo agregado y niveles de productividad y emprendimiento requieren ir acompañados de políticas que permitan una incorporación social y económica de esta población de manera oportuna y efectiva.
Por otro lado, abordar la migración implicará no solo acciones desde el sector público, sino un cambio de paradigma en el resto de actores sociales. Pasar de la indiferencia de la coyuntura a ser conocedores de las oportunidades de la migración y de los posibles caminos hacia una integración adecuada.
Hace un tiempo escuchaba a Hamdi Ulukaya, empresario fundador de la Alianza Tent para Refugiados, una alianza internacional de más de 100 empresas multinacionales que se han comprometido a explorar cómo desde su quehacer pueden ayudar a refugiados y migrantes, y a integrarlos a lo largo de sus cadenas de suministros y operaciones. Ulukaya mencionaba que, en la nueva forma de hacer negocios, hay una gran oportunidad en el sector privado y este puede incluso estar en una mejor posición que el sector público de generar cambios en el escenario actual del mundo en materia de inequidad, integración de refugiados y migrantes, cambio climático, racismo, entre otros.
Es cierto que Colombia ha sido el país en América Latina con mayor recepción de migrantes; en América Latina se calculan 4,2 millones de migrantes venezolanos, de los cuales unos 1,8 millones estarían en Colombia. Pero precisamente por esto, ¿no podría ser una oportunidad de hacer “Zoom” a las oportunidades que tenemos si logramos construir juntos ventajas para este territorio de la mano con los migrantes venezolanos?
Nadie dice que será fácil, por el contrario, resulta todo un desafío, pero un desafío en el que si contamos con información oportuna, trazamos hojas de ruta intersectoriales y generamos sensibilización para el cambio de paradigmas en los diferentes actores, podremos apoyar a quienes en su momento nos abrieron las puertas y además lograr bienestar a todo un territorio, teniendo en cuenta que, si a todos los visitantes y ciudadanos les va bien, al país y a las regiones también.
*Ana María Badel es directora ejecutiva de ProBarranquilla.
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Por: Ana María Badel @anabadelg