Hablar de inclusión de migrantes y empresarios suele remitir a un aporte unidireccional: generación de empleo. Si bien es cierto que el empleo constituye una fuerte herramienta contra la exclusión, es tan solo un componente del proceso de integración. Al hablar de inclusión socioeconómica se debe prestar atención tanto a la actuación de las empresas como a la población de acogida. Estos dos actores comparten elementos —culturales, por ejemplo— por lo que es importante concebir a las empresas como espacios llamados no solo a generar oportunidades y conocimiento en materia económica, sino también a aportar y recibir elementos dentro y fuera de esta esfera y adoptarlos en sus procesos y estructura.
Por esta razón, al hablar de migración y empresas los aportes están dados en dos direcciones. Según un estudio de la Fundación ANDI, los migrantes cumplen un papel fundamental para difundir su conocimiento, habilidades, cultura y costumbres en los espacios que habitan, promoviendo la diversidad y la construcción de lazos de confianza y empatía con la población de acogida. No obstante, el rechazo y la xenofobia en el país han impedido que dicha integración se desarrolle de manera efectiva; Una situación que no es ajena a las empresas. ¿Cómo fomentar la integración socioeconómica de migrantes superando la estigmatización? La similitud cultural es una posible respuesta.
Según la encuesta INVAMER de abril de este año, el 64,1% de los encuestados tienen una opinión desfavorable de los venezolanos. La cifra preocupa pues demuestra que, a la hora de pensar en la población migrante, poco recurrimos a los lazos que nos acoplan, ignorando que es más lo que nos une que lo que nos separa.
Muchos migrantes coinciden en que migrar a Colombia resulta más amable que hacerlo a cualquier otro lugar, dada la similitud cultural. En ese sentido, urge trabajar sobre la paradoja que resulta ser vistos como el destino más amable, mientras percibimos al migrante desde la indiferencia y el rechazo… ¿Realmente somos tan parecidos?
Desde los próceres de la independencia hasta las fiestas patronales, estamos atados hasta la raíz. Están también las similitudes culinarias; o las musicales. La eterna discusión frente al origen de la arepa esconde dentro de sí toda una mezcla cultural que ha permitido el intercambio de saberes y tradiciones, constituyendo un medio para preservar la diversidad.
Algo muy parecido sucede con los cantos de trabajo de Los Llanos de Colombia y Venezuela, declarados patrimonio inmaterial de la humanidad por la UNESCO en 2017, y que dan origen a la música llanera. De igual forma, después de la medianoche del 24 y 31 de diciembre, la música de la Billo´s Caracas Boys suena más colombiana que nunca, aunque también esté sonando en todos los hogares venezolanos, que la vieron nacer. Así con Franco De Vita, Yordano; y —para las generaciones más jóvenes— bandas como Caramelos de Cianuro y Los Amigos Invisibles.
¿De qué sirve sabernos tan cercanos? De mucho y de nada. No sirve de nada si los estereotipos siguen siendo la pauta para relacionarnos. No obstante, sirve de mucho si comenzamos a integrar desde la empatía y la conciencia de un origen compartido.
Un proceso de integración con enfoque empresarial debe ir más allá de la mera generación de empleo, acogiendo la cultura y costumbres de los migrantes como una oportunidad de diversificar los espacios de trabajo y generar una cultura organizacional que facilite su integración. Las acciones del sector empresarial en materia de pedagogía, capacitación y generación de espacios de relacionamiento, resultan vitales para hacer de la similitud cultural el motor de una verdadera integración socioeconómica. La consigna es también para el sector empresarial: es momento de insistir en lo que nos une y prescindir de lo que nos separa.
* Gabriela Sánchez es politóloga de la Universidad Nacional y pasante en la Fundación Ideas para la Paz (FIP)
Por: Gabriela Sánchez _@GabiSanchez23