La enfermedad de su esposa llevó a Efraín Subero a perderse en las calles bogotanas para captar imágenes que pudieran alegrarla a ella. Ahora, con su cámara, apoya a nuevos talentos de Colombia y Venezuela.
Por Diliver Uzcátegui – Periodista Te lo Cuento News
Transcurría el año 2013 cuando Efraín Subero, desde San Antonio de los Altos, viajó a Bogotá con un contrato laboral de una empresa productora de audiovisuales, con sede en varios países, incluyendo Venezuela y Colombia.
Se trataba solamente de cuatro días para entrenar al personal colombiano sobre las nuevas pautas de la industria del doblaje internacional, pero “me enamoré de la ciudad, su clima, cultura y ese tiempo hizo que me planteara este país como un lugar al cual emigrar, dadas las condiciones del nuestro”.
El mirandino emigró con su esposa en el año 2014. Primero su pareja se instaló en Colombia y a los pocos meses él. Entraron por la vía aérea y totalmente regulares, gracias a la doble nacionalidad de ella, quien es colombo – venezolana.
“Ingresé al país con una visa de cónyuge que nos permite emigrar con un permiso laboral. Al inicio me desempeñé como ingeniero de sonido para VC Medios, luego trabajé para la Universidad de los Andes como Jefe de Auditorios, aprovechando mi especialización. Seguidamente, haciendo uso de que tengo los equipos, he hecho trabajos freelancer a canales como locutor, ingeniero de sonido y actualmente, soy el productor de la parte audiovisual de las redes sociales del proyecto educativo – vivencial de mi esposa”.
Un gran equipo a prueba de emigración y cáncer
Efraín Subero y Cybill Carrero se toman muy en serio sus votos matrimoniales. Eso de ser equipo es su mayor fortaleza como pareja. Emigrantes y sobrevivientes de un cáncer de mama – en etapa III – que fue detectado en “La Flaka” a mediados de 2015, tomándoles por sorpresa entre lágrimas, primero – como es natural – pero seguidamente con la meta de salir “vivos” de este.
“Recuerdo estar con ella preguntándole cada cierto tiempo – creo que cada 15 minutos la verdad – cómo se sentía. Si podía hacer algo por ella y llegó un momento en que Cybill me sugiere que salga, que busque cómo entretenerme mientras ella se sobrepone de cada quimio, porque el proceso tarda varias horas, al igual que la recuperación. Así mismo, su médico me pidió que buscara un hobby porque preguntarle sobre su estado, cada tanto, no la iba a sanar. Al contrario, podría causarle ansiedad”.
Como consecuencia de lo anterior, Efraín tomó su cámara con la cual ya venía haciendo fotos experimentales. Comenzó a perderse en las calles bogotanas, captando imágenes de cuánto querría compartir con “la Flaka” al terminar ese día, y así animarla. Al tiempo que él drenaba su propia preocupación para finalmente estar apto para ser para ella su bastión incondicional.
Efraín descubrió que no solo tiene competitividad con el sonido, sino que además posee un talento nato para la imagen – tal vez como consecuencia de su vena artística heredada de su abuelo – y su fotografía, cuyo objetivo era su catarsis, comenzó a tener seguidores, personas que veían su potencial en este nuevo campo.
Un día, una pasante en su trabajo le pide apoyo para elaborar un compromiso audiovisual para la academia. Efraín, quien cree que todo venezolano que sale del país es un abanderado de este y sus acciones representan a todos sus paisanos, decidió ayudar a la joven, sorprendiéndose al descubrir que las fotografías a captar serían de una bailarina de ballet clásico.
Entre flashes y relevé nació el proyecto
Aquella fusión entre la fotografía y el ballet clásico, dio como fruto un estético portafolio que llevó a la pasante y también bailarina a materializar su sueño de danzar fuera de Colombia.
“Detrás de Angélica, vinieron más jóvenes talentosos que como ella necesitaban armar un dossier que fuera su tarjeta de presentación al momento de una audición”. De favor en favor, – porque esto es sin fines de lucro – nació #ballerinaprojectbogota. La simbiosis entre dos artes, dos nacionalidades y por ahora el mágico lienzo de las calles de Bogotá.
El proyecto para satisfacción de Efraín, ha llevado a bailarines venezolanos y colombianos a otros escenarios, otras latitudes. Mientras que este hobby va fortaleciéndose para apoyar a nuevos talentos, el fotógrafo se plantea objetivos que conjuguen sus múltiples habilidades, al tiempo que aporta al país que lo recibió de brazos abiertos y lo enamoró en cuatro días para ahora certificar esta unión a través del proceso de nacionalización que inició meses atrás confiando sea favorable.
Efraín, quien asegura que emigrar es para cada desterrado una experiencia distinta según el año en que lo hizo, las condiciones y el país o región de este a donde emigró, considera que “no debemos olvidar la responsabilidad que tenemos como representantes de Venezuela fuera de ella. Es preciso ser humildes, sumar en positivo a donde vayamos y ser mejores cada día. No rendirse, atreverse a probar cosas nuevas. La ruta a seguir la puedes conseguir donde y cuando menos lo esperas”.