Los efectos de pandemia de la covid-19 dejó a migrantes y refugiados en condiciones de vulnerabilidad. Muchos luchan por ganarse un sustento y tener un mejor futuro.
Conseguir medios de vida e insertarse en el campo laboral de las naciones receptoras es el principal desafío que enfrentan los migrantes venezolanos tras la pandemia de la covid-19, cuyos efectos en la economía, dejó a muchos en condiciones de vulnerabilidad.
En declaraciones a la agencia de noticias Europa Press, el director de programas de Colombia de la ONG Ayuda en Acción, Orlando Ortiz, explicó que la tasa de desempleo —que ya de por sí no era buena antes de la pandemia y la guerra en Ucrania ha empujado a muchos migrantes que residen fuera de Venezuela— tanto en Estados Unidos como en otros países latinoamericanos, a migrar de nuevo a otros países para encontrar salidas a sus crisis familiares y económicas.
En esta línea también se pronunció a la agencia española la responsable de programas en Sudamérica de la citada ONG, Araceli Sanz Cacho, que apunta además a que la tendencia migratoria en los últimos años se ha incrementado hacia Norteamérica, aunque el flujo de migración no ha cesado en ningún momento hacia los habituales países de recepción en América Latina.
Sanz señala el caso de Norlin Bruzual, de 38 años, que aunque tenía un trabajo estable en Venezuela como maestra y especialista en seguridad industrial, se vio obligada a marcharse a la capital de Perú, Lima, para enviar remesas a su familia y ayudar con los gastos del hogar.
“A medida que el país iba decayendo, nuestro sustento cada día se hacía más difícil. Los adultos aguantábamos, pero llegó un momento en que no podíamos pagar ni sus gastos básicos (los de su hijo). Así que decidimos irnos. No migramos por placer, salimos por necesidad”, lamenta la venezolana, según el testimonio recabado por Ayuda en Acción.
La situación económica en Venezuela empeoró en 2018 y todos sus seres queridos tuvieron que trasladarse a Lima. A ello se le sumó la pandemia, en 2020, que terminó por agravar la situación y decidieron, de nuevo, volver a hacer las maletas e irse a Colombia. Para poder costearse el billete de avión, vendieron todas sus pertenencias.
“Desde el primer momento me he sentido acogida y segura. Todo el mundo nos ha recibido con los brazos abiertos (en Colombia): desde la casera que nos alquiló el piso al vecino que está enseñando carpintería a mi hijo para que en el futuro pueda tener su propio taller”, relata, aunque afirma que ve imposible volver a Venezuela, ya que no podría garantizar calidad de vida a su hijo.
Europa Press también menciona el testimonio de María Alejandra Gutiérrez Heredia, quien no llegó en avión a Colombia, sino por vía terrestre en el año 2020 junto con sus hijos y su nieto, antes de la pandemia de la covid-19. Esta venezolana de 34 años tuvo que vender su puesto de comida rápida a raíz de la situación económica en Venezuela.
Ahora vive en Cúcuta, Norte de Santander, junto a su marido, sus cinco hijos y su nieto. Su testimonio refleja las dificultades que padecen aquellas personas que se dedican al reciclaje, un trabajo que da sustento a toda la familia.
Tanto ella como su marido, con ayuda de sus dos hijos menores, que ahora ya van a la escuela pública, se han visto forzados a trabajar en este sector, empujados por la necesidad y ante la falta de oportunidades laborales en Colombia.
Pese a la discriminación que han sufrido, especialmente porque los recicladores llevan encima muchos estigmas, Gutiérrez Heredia afirma, al igual que Bruzual, que se han visto muy arropados por los vecinos, que les han donado comida en tiempos de necesidad.
Por: Milagros Palomares @milapalomares